lunes, 25 de agosto de 2014

Ayudarlos a lidiar con la negativa paterna

Ayudarlos a lidiar con la negativa paterna

Por   | Para LA NACION
Es nuestra tarea de padres acompañar a nuestros hijos con empatía, límites y duelo, así, todo junto y en el mismo paquete. Porque podemos ponernos en el lugar de nuestro hijo, caminar cinco leguas en sus zapatos y a partir de allí comprender infinitos deseos, pensamientos, sentimientos, sueños o pedidos, pero inevitablemente accederemos sólo a algunos de ellos, e incluso muchas veces con ciertas restricciones.
Cuando la empatía con nuestros chicos no está acompañada por límites, rápidamente se convierte en un laissez faire que no los prepara para enfrentar los contratiempos que se les van a presentar (cuando no estén cerca nuestro y no podamos allanar sus dificultades).
Como no podemos evitar que sufran o se frustren, ni podemos garantizar que estén contentos o que sean felices, es importante que se fortalezcan y tengan recursos cuando les lleguen problemas y dificultades.
El duelo, tercer paso inseparable de los dos anteriores, implica comprenderlos y acompañarlos en el dolor por aquello que desean? ¡y no pueden tener! (o no deben, no les hace bien, no es correcto, no es el momento, daña a otros, etcétera). Y no estoy hablando de grandes dolores como una muerte o una gran desilusión, sino de los pequeños dolores de cada día, cuando no pueden remolonear un rato más en la cama, o no es su turno para la PlayStation, o tienen que dejar de jugar para ir a hacer la tarea, o la amiga no puede venir a casa, o se acabaron sus galletitas favoritas.
Es una lección muy dura que debemos aprender como padres, porque ¡es tanto más sencillo comprender y decir que sí! Por ejemplo, salir del centro comercial habiendo comprado la golosina que dijimos que no íbamos a comprar así no hay berrinches, forcejeos ni caras largas. Claro, ellos se van encantados a casa, pero esto resulta en "pan para hoy, hambre para mañana".
La empatía fortalece a los chicos que, de a poco y de nuestra mano, aprenden a confiar en lo que su mundo interno les dice y así sostienen, defienden y pelean por aquello en lo que creen. Pero si esa comprensión de los adultos no va acompañada de reglas de convivencia claras, de enseñanzas de conductas éticas, de pautas de vida saludable, de normas de seguridad, de adecuado acompañamiento para tolerar frustraciones, esperas y esfuerzos, el fortalecimiento no puede consolidarse. Por eso no siempre podremos permitirle a un hijo hacer las cosas tal como anhela, sueña, desea, pide, pretende o exige?
Como dice una historia que me llegó por mail: los padres somos como la cáscara de huevo que se resiste al picoteo del pollito, sólo cuando su pico tiene fuerza suficiente para romperla, el pollito está listo para salir al mundo. Los chicos se fortalecen picoteando contra el "no" de sus padres y de otros adultos.
Desde: "Quiero un caramelo ya", pasando por "No te vayas a trabajar", llegando muchos años más tarde a "Necesito tu auto para salir con mi novia".
Muchas veces diremos que sí, pero muchas otras responderemos "Sí, pero no ahora", "Esta vez no se puede", "¡Qué lindo sería!", "Cómo cuesta aceptar que?", o sea: no.
No tiene por qué ser arbitrario o injusto (cosa que nos acercaría a los padres autoritarios), pero tampoco tenemos que dar explicaciones hasta el hartazgo (como hacen los permisivos para convencerlos de que ese "no" es bueno para ellos).
Los chicos se benefician con una explicación corta que informa de nuestras buenas razones para decir que "no", con nuestro acompañamiento del dolor que les produjo nuestra negativa, y también con el hecho de que toleremos sin ofensas ni venganzas su frustración ante esa respuesta negativa..

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